La economía rusa atraviesa una tormenta sin precedentes. Mientras el resto del mundo observa fluctuaciones controladas, Rusia se ve golpeada por una inflación exponencial, reflejo de un modelo económico completamente orientado hacia la guerra. Los precios se disparan, el mercado laboral se contrae y las tensiones sociales se intensifican. Esta situación, lejos de ser inofensiva, plantea interrogantes sobre el futuro económico del país.