China, durante mucho tiempo percibida como el motor inquebrantable de la economía mundial, se encuentra hoy en medio de una crisis importante. Años de crecimiento de dos dígitos, que simbolizaban su rápida ascensión, han dado paso a un periodo de profundas incertidumbres económicas. La fragilidad de su modelo económico, basado principalmente en la inversión y las exportaciones, se vuelve cada vez más visible. Problemas como el aumento de las deudas públicas y privadas, el colapso del sector inmobiliario y la aparición del espectro de la deflación acentúan las tensiones económicas internas. Estos disfuncionamientos plantean una pregunta esencial: después de décadas de un desarrollo a menudo calificado de milagroso, ¿puede el Imperio del Medio seguir sosteniendo su papel como pilar del crecimiento mundial?