La escena económica mundial está en plena turbulencia. En el transcurso de unos meses, las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos han alcanzado un nuevo nivel y pesan fuertemente sobre el comercio exterior del gigante asiático. Las cifras oficiales publicadas por las aduanas chinas dan testimonio de una desaceleración brutal, mucho más marcada de lo previsto, de las exportaciones y las importaciones. De fondo, un consumo interno en declive y un clima económico incierto refuerzan las preocupaciones. En el momento en que Pekín establece un rumbo de crecimiento ambicioso, este parón plantea numerosas preguntas sobre la capacidad del país para mantener su dinamismo frente a los repetidos ataques de Washington.