Siria acaba de caer y eso lo cambia todo

El régimen sirio de Bashar al-Assad está a punto de colapsar después de 13 años de guerra civil. Esta espectacular aceleración de la historia podría redibujar los equilibrios regionales.

Una ofensiva fulminante en Siria

El colapso de las fuerzas gubernamentales se ha producido a una velocidad asombrosa. La toma de Hama por las fuerzas del Hayat Tahrir al-Sham (HTS) de Mohamed al-Julani ha abierto una brecha importante.

Este avance amenaza directamente la vital comunicación entre Damasco y los gobernoratos costeros de Tartús y Latakia, donde están posicionadas las bases rusas estratégicas de Hmeimim y Tartús.

Las defensas gubernamentales parecen colapsar como un castillo de naipes, incapaces de ofrecer una resistencia significativa. La toma de los suburbios de Damasco es particularmente reveladora: este sector, tradicionalmente ultra-defendido por el ejército sirio, ha sido abandonado sin una lucha significativa.

El este del país ya está perdido para el régimen, con la emblemática caída de Palmira. Los rebeldes drusos del sur están a las puertas de Damasco, creando una situación de pinza para la capital siria.

Damasco acaba de caer: el fin del régimen de Al Assad está sellado.

Los aliados han abandonado la Siria de Bashar

El régimen Assad se encuentra en un aislamiento sin precedentes. Los rusos, pilar histórico del mantenimiento en el poder de Assad desde 2015, parecen haber tomado la decisión de desentenderse. Sus fuerzas están repatriando su material hacia Tartús, sin que sepamos aún si se trata de un repliegue táctico o de una evacuación definitiva.

Irán, otro apoyo principal del régimen, brilla por su ausencia. En lugar de reforzar su presencia, Teherán parece estar evacuando a sus nacionales y oficiales. Las milicias chiitas iraquíes, tradicionalmente a la vanguardia de las intervenciones pro-Assad, han dado la vuelta, posiblemente bajo la presión de los ataques estadounidenses.

Solo Hezbollah habría enviado unos 2000 combatientes a Homs, una fuerza manifestamente insuficiente ante la avalancha de fuerzas del HTS.

Esta debilidad en la respuesta de los aliados tradicionales del régimen plantea una pregunta: ¿se trata de una incapacidad material para intervenir o de una elección estratégica concertada?

Al-Julani: ¿el nacimiento de un nuevo líder en Siria?

Mohamed al-Julani se presenta como la figura central de esta recomposición del panorama sirio. Su trayectoria es particularmente interesante: antiguo cercano al Estado Islámico, ha llevado a cabo una evolución ideológica significativa.

En estos últimos cinco años, se ha dedicado a convertir el gobernadorato de Idlib en una vitrina de sus capacidades de gobernanza, buscando presentar una imagen más moderada.

Su estrategia diplomática actual es notable: multiplica los gestos de moderación, prometiendo proteger a las minorías y no atacar los intereses rusos.

Incluso Serguéi Lavrov, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, ha mencionado las fuerzas del HTS sin calificarlas como terroristas, señalando una posible aceptación internacional de Julani como futuro líder sirio.

Un cambio geopolítico

Para Rusia, la posible pérdida de las bases de Tartús y Latakia representaría un duro golpe. Estas instalaciones son cruciales para la proyección de poder ruso hacia África. Su pérdida reduciría significativamente la capacidad de influencia rusa en la región.

La posición de Israel se vuelve particularmente delicada. La posible aparición de un poder hostil en sus fronteras, reclamando el Golán, podría llevar a Tel Aviv a expandir su zona de amortiguamiento, especialmente apoyándose en las fuerzas drusas.

El Líbano podría convertirse en el próximo punto de fricción. La interrupción de la comunicación terrestre entre Irán y Hezbollah, ya comprometida por las acciones israelíes en el valle de la Bekaa, se volvería definitiva con un poder hostil en Damasco. Esto podría acelerar una intervención de Julani en el Líbano, bajo el pretexto de «liberación».

Irán: ¿el gran perdedor?

La aparente parálisis de Irán ante el colapso de su aliado sirio podría revelar una debilidad más profunda. Los años de sanciones internacionales, los ataques israelíes repetidos en Siria y el desgaste de las fuerzas de la Guardia Revolucionaria parecen haber erosionado significativamente la capacidad de proyección de Teherán.

Esta situación recuerda, en algunos aspectos, la parálisis soviética de 1989 frente al colapso de sus satélites en Europa del Este. La incapacidad o el rechazo a intervenir para salvar a un aliado histórico podría presagiar cambios más profundos dentro del mismo régimen iraní.

Hacia una recomposición de Oriente Medio

La rapidez del colapso sirio podría tener un efecto dominó en toda la región. El Kurdistán sirio se encuentra en una posición precaria, atrapado entre las ambiciones turcas y el ascenso del HTS. La Turquía de Erdogan podría buscar expandir su influencia, especialmente hacia la estratégica ciudad de Manbij.

Irak podría convertirse en el próximo teatro de enfrentamiento. La parte sunita del país, históricamente renuente al poder de Bagdad, podría verse tentada a acercarse a un poder sirio sunita fortalecido. Esta perspectiva preocupa especialmente a Irán, que vería su influencia regional aún más comprometida.

Esta gran reconfiguración de Oriente Medio ocurre en un contexto más amplio de cambio de los equilibrios globales. La aparente debilidad de las potencias tradicionalmente dominantes en la región (Rusia, Irán) podría abrir la puerta a nuevas formas de influencia y poder.

La caída del régimen Assad marca así el fin de una época en Oriente Medio. Las semanas y meses venideros nos dirán si esta transformación conduce a una estabilización regional o, por el contrario, a nuevos ciclos de violencia.