El mercado inmobiliario mundial está sacudido por crisis de una magnitud sin precedentes, afectando tanto a los gigantes emergentes como a las economías maduras. En China, antaño la punta de lanza del crecimiento mundial, el colapso de la inversión inmobiliaria pone de relieve las fallas de un modelo de desarrollo basado en una urbanización frenética. Esta caída brusca, mucho más que un simple desaceleramiento cíclico, resuena como una advertencia para la economía global. Mientras tanto, en Francia, otro bastión de estabilidad vacila, con una crisis inmobiliaria marcada por la caída continua de precios y una ola de quiebras sin precedentes entre las agencias. Estos dos fenómenos, aparentemente distantes, revelan una vulnerabilidad común y plantean la cuestión de una posible contagio global.