Guerra de semiconductores: EE. UU. refuerza el control sobre los chips de IA hacia China

La industria de los semiconductores se ha convertido en el campo de batalla de una guerra tecnológica entre Estados Unidos y China. Washington, preocupado por preservar su ventaja estratégica en inteligencia artificial, ya ha impuesto varias restricciones a la exportación de chips de alto rendimiento. A pesar de estas medidas, China ha continuado avanzando, lo que lleva a Donald Trump a considerar un endurecimiento adicional de las limitaciones dirigidas a Nvidia. Este proyecto podría rediseñar los equilibrios del mercado mundial de IA y debilitar a las empresas estadounidenses. Entre la necesidad de seguridad nacional y los desafíos económicos, esta decisión se inscribe en una estrategia que busca frenar el auge tecnológico de Pekín. Sin embargo, la eficacia de estas restricciones sigue siendo incierta, mientras las empresas chinas redoblan esfuerzos para eludir estas sanciones y desarrollar sus propias alternativas.

Un endurecimiento de las restricciones sobre los chips Nvidia

La administración Trump planea endurecer las restricciones sobre las exportaciones de procesadores Nvidia hacia China, enfocándose en particular en el chip H20. Diseñado como una versión liviana del H100 para cumplir con las regulaciones estadounidenses, este chip debía permitir a Nvidia mantener su presencia en el mercado chino, con el fin de respetar las sanciones vigentes. Sin embargo, Washington evalúa que incluso en esta configuración limitada, el H20 podría contribuir a los avances chinos en inteligencia artificial.

Esta decisión se inscribe en una cuarta ola de restricciones desde 2022, lo que ilustra la voluntad de Estados Unidos de ralentizar el progreso tecnológico de Pekín. A pesar de estos obstáculos, China ha revelado el DeepSeek R1, un modelo de inteligencia artificial avanzado que demuestra su capacidad para reducir su dependencia de los semiconductores estadounidenses. Este ejemplo alimenta las preocupaciones de Washington, que teme que los esfuerzos chinos por eludir estas restricciones terminen por hacer que estas medidas sean ineficaces.

Una estrategia estadounidense con resultados mixtos

Las restricciones estadounidenses han impedido que las empresas chinas compren directamente chips H100 y A100, pero no han sido suficientes para bloquear el auge tecnológico de Pekín. Ante estos obstáculos, los gigantes tecnológicos chinos han reforzado su uso de semiconductores locales, producidos, entre otros, por Huawei y Biren Technology. Esta adaptación les permite reducir gradualmente su dependencia de las tecnologías estadounidenses y continuar sus avances en inteligencia artificial.

Al mismo tiempo, las empresas chinas aprovechan otra falla: los servicios de computación en la nube extranjeros. En lugar de comprar directamente los chips prohibidos, alquilan potencia de cálculo a actores internacionales, eludiendo así las restricciones de Washington. Esta capacidad para eludir las sanciones genera dudas sobre la eficacia real de las medidas estadounidenses, que podrían ralentizar a China sin frenar su desarrollo a largo plazo.

Más allá de China, esta política también debilita a Nvidia, cuyo mercado chino representaba casi el 25% de los ingresos en 2022. Además, con las sanciones sucesivas, estas ventas han disminuido, lo que ha llevado a la empresa a repensar su estrategia comercial. Un nuevo endurecimiento regulatorio podría agravar esta tendencia y acelerar el desarrollo de soluciones alternativas chinas, lo que haría que estas prohibiciones sean cada vez menos efectivas.

La administración Trump se enfrenta a un dilema estratégico. Por un lado, busca frenar el auge chino en IA, un sector clave para la defensa y la economía mundial. Por otro, estas restricciones podrían penalizar a las empresas estadounidenses y privarlas de un mercado lucrativo, buscando incentivar a Pekín a acelerar sus innovaciones. Esta guerra tecnológica podría, a largo plazo, fortalecer la independencia china y debilitar la influencia de Estados Unidos en la industria de los semiconductores.

Si Washington espera frenar el auge de la inteligencia artificial china, el impacto real de estas restricciones sigue siendo incierto. Pekín ya ha demostrado su capacidad para adaptarse, ya sea mediante el desarrollo de sus propios semiconductores o eludiendo las sanciones a través de servicios de computación en la nube extranjeros. A largo plazo, estas medidas podrían acelerar la independencia tecnológica de China en lugar de ralentizarla, lo que reduciría así la influencia estadounidense en el mercado de semiconductores. Este tira y afloja solo se intensifica, con consecuencias aún imprevisibles sobre el equilibrio mundial de la inteligencia artificial.