China presenta su plan fiscal para afrontar la crisis económica

China se encuentra en un giro económico crucial. Mientras los efectos combinados de un consumo a la baja, una crisis inmobiliaria agudizada y un desempleo elevado frenan su desarrollo, Pekín acaba de anunciar una política fiscal ambiciosa para 2025. El objetivo declarado es claro: estimular la demanda interna y estabilizar una economía sometida a fuertes presiones. Para alcanzar estas ambiciones, el gobierno prevé un aumento significativo del gasto público, acompañado de una revisión de sus prioridades fiscales. Estas medidas, detalladas durante una conferencia nacional, reflejan una firme voluntad de apoyar a las comunidades locales, ampliar los servicios sociales y fortalecer los recursos de las empresas en dificultades. Una estrategia de este tipo, articulara en torno a la innovación y las tecnologías estratégicas, también busca revitalizar el comercio con miras a adaptar las reglas de endeudamiento. Con este enfoque integral, Pekín pretende sentar las bases para un crecimiento económico más resiliente y responder a los desafíos estructurales que obstaculizan su trayectoria.

Un aumento del déficit para reactivar el consumo

China ha anunciado una política fiscal calificada de «más activa» para el año 2025, lo que constituye un cambio significativo en su gestión económica. Esta decisión fue presentada al término de una conferencia nacional de dos días sobre trabajo presupuestario, que concluyó el martes 24 de diciembre de 2024. Según el ministro de Finanzas, Lan Fo’An, esta nueva orientación tiene como objetivo «promover el consumo» con miras a reforzar los recursos financieros de las comunidades locales. En un contexto de demanda interna débil, estas iniciativas buscan reimpulsar una economía en busca de estabilidad.

Para alcanzar este objetivo, el gobierno prevé un aumento de las emisiones de bonos del Estado, un apoyo financiero incrementado a las comunidades locales y una revalorización de los servicios sociales. Estas medidas se suman a los esfuerzos anteriores, como la reducción de las tasas de interés y la flexibilización de las reglas de endeudamiento. Sin embargo, estas primeras reformas se han mostrado insuficientes ante desafíos estructurales importantes, incluyendo una crisis duradera en el sector inmobiliario y una alta tasa de desempleo juvenil. Por lo tanto, el nuevo plan fiscal tiene como objetivo superar estos obstáculos y continuar un objetivo de crecimiento del 5 % para 2025. No obstante, esta ambición sigue siendo cautelosa, ya que el FMI estima que el crecimiento podría estabilizarse en un 4,5 %, lo que reflejaría las limitaciones de las medidas económicas actuales.

Una estrategia industrial y tecnológica en el corazón de la reactivación

El nuevo plan fiscal chino, aunque acentúa las medidas sociales, se inserta en una visión estratégica más amplia que busca consolidar el papel de la industria y la tecnología en el corazón de la economía nacional. Así, el presidente Xi Jinping ha subrayado la importancia primordial de la innovación y el desarrollo tecnológico para fortalecer la competitividad del país. Esta prioridad se acompaña de flexibilizaciones fiscales y monetarias destinadas a aliviar la presión sobre las empresas en dificultades y a estimular las exportaciones, siempre consideradas como un pilar central del crecimiento económico.

Paralelamente, esta orientación fiscal refleja una ambición clara de reorientar la economía hacia sectores de alto valor añadido. Gracias a la diversificación de sus motores de crecimiento, China busca reducir su dependencia de un consumo interno que sigue siendo inferior a los niveles previos a la pandemia. Sin embargo, surgen voces críticas entre los economistas, quienes advierten sobre las limitaciones de estas reformas. Según ellos, sin acciones directas para apoyar a los hogares y dinamizar la demanda, el impacto de estas medidas podría permanecer parcial. Los resultados a largo plazo dependerán, por lo tanto, de la capacidad de Pekín para equilibrar inversiones estructurales y apoyo inmediato al consumo, y de mantener un rumbo ambicioso para transformar profundamente su economía.

Gracias a la consolidación de su política fiscal, China muestra su determinación para superar un contexto global marcado por la incertidumbre. Sin embargo, esta ambición no está exenta de riesgos. Los desafíos relacionados con el aumento de la deuda y los desequilibrios económicos internos podrían debilitar los resultados esperados. En la escena internacional, esta estrategia podría reposicionar a Pekín como un actor económico clave, capaz de influir en las interacciones comerciales globales. No obstante, la capacidad de China para traducir estas intenciones en resultados concretos dependerá de la eficacia de las reformas emprendidas y de su compatibilidad con las expectativas de los mercados y los hogares. El éxito o el fracaso de esta apuesta económica podría redefinir los contornos del crecimiento chino en los próximos años.