A medida que la guerra en Ucrania se prolonga, las consecuencias económicas para Rusia comienzan a sentirse de manera más aguda. Inicialmente reconocida por su resiliencia ante uno de los regímenes de sanciones más severos de la historia moderna, la economía rusa muestra hoy signos evidentes de agotamiento. La inflación va acompañada de un aumento vertiginoso de las tasas de interés. Paralelamente, la fragilidad del rublo, en constante caída frente al yuan, refleja una creciente dependencia de China, principal socio comercial de Moscú.